
No recuerdo cómo empezó, pero sí que fue una noche calurosa. Dormía sobre un lecho marino. Pequeñas criaturas de colores curioseaban a mi alrededor.

Los días pasaban y cada vez más criaturas se acercaban a mí. Una mañana, al despertar, se instalaron en mi vida real. Me acompañaban a todos los lados. Una semana más tarde, las criaturas marinas ocupaban todo, casi no me permitían mover.

Una periodista radiofónica se interesó por mi caso. Me llamó para concertar una entrevista en profundidad la semana siguiente. Nunca acudí a esa
entrevista. Con la poca movilidad que aún tenía, me desvestí y me zambullí con las criaturas, hasta llegar a su lugar de origen.